La magia del formato físico: por qué nunca dejaré de amar los vinilos y CDs

Photo by Lydia Murray

Hay algo profundamente mágico en sostener un disco físico entre tus manos. Para alguien como yo, que creció entre el auge de lo digital y las reliquias de lo analógico, los formatos físicos han sido un puente emocional hacia la música y el diseño gráfico. Sí, hablamos de vinilos, CDs y ese gran olvidado: el cassette.

No es solo nostalgia ni resistencia al avance tecnológico, es una conexión tangible con el arte que define y representa un álbum. Porque, admitámoslo, ¿qué sería de la música sin el diseño gráfico que la envuelve y le da rostro?

Cuando pienso en mis discos favoritos, no solo pienso en la música. Recuerdo los colores, las texturas, el olor y sobretodo los diseños que transformaron esas canciones en una experiencia multisensorial. Un vinilo o un disco con una portada bien diseñada no es solo un objeto; es una declaración artística que refleja la esencia del álbum.

Foto hecha por mi del disco «Sometimes, Forever.» de Soccer Mommy

Un buen ejemplo de esto es cómo los vinilos han resurgido como piezas de colección. En una era donde el streaming domina, ¿por qué hay tantos que todavía apuestan por el vinilo? Porque representa algo que Spotify nunca podrá ofrecer: una conexión íntima y visual con la música. El vinilo no es solo sonido, es diseño gráfico tangible, una obra de arte para tu estantería.

Y no solo los vinilos tienen ese poder. Los CDs físicos, que muchos declararon obsoletos hace años, de una manera u otra se están volviendo a llevar, especialmente si eres fan de la música de artistas coreanos (por no envolver todo en el mundo del KPOP). El formato digipack, con su diseño elegante y compactación de elementos visuales, es un ejemplo perfecto de cómo el diseño gráfico puede convertir un simple disco en una pieza codiciada.

Es imposible hablar del amor por los discos físicos sin mencionar el fenómeno del K-POP Si alguna vez has comprado un álbum de KPOP, sabes de lo que hablo. Aquí no se trata de un CD en una caja plástica insípida. Cada álbum es un despliegue de creatividad: photobooks, photocards, stickers, pósters y diseños gráficos que superan cualquier expectativa.

Foto mía con el disco The World EP: 2 ‘Outlaw’ de Ateez.

Siempre recordaré mi primer disco de K-POP el cual fue «Map of the Soul: 7» de BTS que, a pesar de que a día de hoy he visto más discos con más impacto visual y de contenido pero la manera en la que en occidente nos hemos acostumbrado que todo este contenido meticulosamente cuidado sea solo para una ‘edición especial’ y no para una versión ‘normal de un disco’. Y con ello, me volví a enamorar más del formato físico si más cabe.

Lo que hace el K-POP es redefinir el formato físico como algo experiencial. Comprar un álbum de K-POP es como abrir un tesoro. Cada detalle gráfico está meticulosamente diseñado para que sea único y, sobre todo, coleccionable. Estos formatos no son solo productos; son declaraciones de amor hacia los fans. Y los fans, en respuesta, los valoran como piezas de arte. Es un ciclo hermoso donde la música, el diseño gráfico y la pasión de la comunidad se alimentan mutuamente.

El diseño gráfico no es solo un complemento de la música; es su cara, su identidad. Desde las portadas icónicas de los vinilos de los años 70 hasta los minimalistas pero impactantes digipacks actuales, el diseño gráfico ha evolucionado junto con la música.

Si hablo de vinilos de mi propia colección siempre recordaré lo PRECIOSO (si, en mayúsculas) que me parece ‘El Mal Querer’ de Rosalia, el cual aparte de lo impecable que es el trabajo de Filip Custic simplemente ver en formato grande sus ilustraciones haciéndome recordar que si, los formatos grandes siempre van a ser superiores y más para ver los detalles.

En el caso de los CDs, especialmente en el formato digipack, hay algo especial en abrirlos y explorar cada página de sus libretos. Las letras de las canciones, los créditos escritos con tipografías que complementan la estética del álbum, las imágenes cuidadosamente seleccionadas… todo eso transforma un objeto en una experiencia artística (y si empiezo a hablar del olor del papel, no pararía)

En un mundo donde la música es tan fácil de acceder como hacer clic en un botón gracias a las plataformas digitales, el formato físico nos da algo que las playlists de Spotify jamás podrán ofrecer: un sentido de pertenencia y exclusividad. Cada disco físico que poseo cuenta una historia. Desde el proceso de buscarlo (a veces incluso en tiendas de segunda mano o en tiendas de discos (si, siguen existiendo chicxs)), hasta el ritual de abrirlo y reproducirlo en tu reproductor de música, hay un vínculo emocional que no tiene equivalente digital.

Además, como alguien que ama el diseño gráfico gracias a la música, siento que el arte detrás de los discos físicos merece ser más reconocido aún. Cada álbum físico no es solo la música, si no también el trabajo de diseñadores gráficos, fotógrafos y artistas que colaboran para crear algo que represente visualmente la música. Es un trabajo que se pierde en las plataformas, donde las portadas se reducen a miniaturas de 300×300 píxeles. El formato físico, en cambio, amplifica su valor dándole el espacio que merece.

Y ojalá ser parte de ese pequeño grupo de personas que siguen manteniéndolo vivo.

¿El formato físico tiene futuro? Absolutamente. Aunque vivimos en una era digital, el amor por lo tangible no desaparecerá. Cada vez más personas buscan desconectarse del mundo digital y reconectarse con lo físico, con lo real. Y aquí es donde los vinilos, los CDs y los cassettes seguirán vigentes.

El K-pop, con su innovación constante, ha demostrado que los formatos físicos pueden ser relevantes en la era moderna si se presentan de manera creativa y coleccionable. Además, el auge de los vinilos indica que incluso las generaciones más jóvenes están redescubriendo el encanto de lo físico.

Como diseñadora gráfica en potencia y con el deseo de poder trabajar en el mundo de la música, me emociona pensar en el papel que jugará el diseño gráfico en este renacimiento. Porque cada vez que compro un disco físico, estoy apoyando no solo al artista, sino también al equipo creativo detrás del diseño.

Los formatos físicos son mucho más que un medio para escuchar música; son una experiencia, un arte. Para mí, son la razón por la que me enamoré de este mundo. Cada vinilo, cada CD, cada cassette en mi colección cuenta una historia que va más allá de las canciones que contiene. Habla de creatividad, pasión y de un amor por los detalles que simplemente no se puede replicar en un archivo digital.

Así que, mientras algunos puedan ver el formato físico como algo anticuado, yo lo veo como un refugio, una prueba de que el arte sigue siendo tan importante como la música misma. Porque, al final del día, sostener un álbum físico es sostener algo único, un fragmento del alma de un artista y parte de tu propia historia.

Y hasta aquí este artículo en el cual habéis podido conocerme un poco más a fondo.

Espero que os guste y nos volveremos a leer pronto.

Hasta el próximo post ♥

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